
«Historias de mi suegro» (Ethic)
Me cuenta mi suegro que, en la Fuengirola de finales de los cincuenta, en la que él era un niño, había un inglés del que muchos en el entonces pequeño pueblo pesquero pensaban que estaba loco. Su extravagancia era dar vueltas corriendo durante una hora al terroso campo de fútbol que había en el centro. Él y sus amigos se arremolinaban para verlo, sin entender muy bien aquella manía, pensando que aquel hombre rubio y fornido tenía problemas mentales que se manifestaba corriendo sin sentido. Hoy, que tanto vemos correr y tantos corremos –o, al menos, tenemos la intención de hacerlo algún día–, entendemos sus razones, pero entonces, cuando la inmensa mayoría tenía trabajos manuales agotadores, hacer deporte era redundante: ya quemaban suficiente en el tajo (o criando a varios niños a la vez).