
«He pasado todos los veranos de mi vida haciendo propósitos para septiembre. Ahora ya no. Ahora paso el verano recordando los propósitos que hacía y que se han desvanecido, por pereza o por olvidarlos». Estas palabras melancólicas de La Gran Belleza las pronuncia en su monólogo de despedida Romano, un eterno aspirante a actor que se ha cansado de que sus esfuerzos no den frutos y, además, las mujeres se rían de él. Decide no seguir intentándolo y abandonar Roma para dedicarse a otra cosa. No tan casualmente, esas palabras sinceras y sentidas cosechan los siempre anhelados aplausos, que en su caso llegan demasiado tarde.