Desde Tierra de Fuego hasta el río Bravo, América Latina ha estado empantanada en problemas similares, y hay, por tanto, una narrativa común que la novela y las crónicas negras han retratado de forma brillante.

Aunque las particularidades de cada país hacen que haya tantas subcategorías como nuestro capricho quiera ver, hay algunos rasgos comunes: en América Latina, a diferencia de Estados Unidos y Europa, no hay tantas novelas negras puramente deductivas, como puedan ser las de Raymond Chandler o Simenon. O, mejor, no son las predominantes.