La llegada de personajes públicos ambiciosos y resolutivos con aura de gestores con aplomo (sean políticos o empresarios) me traen a la mente al inefable Arbogast, el detective privado de Psicosis. Tras su impetuosa entrada en escena, sobrado y jactancioso, el que creemos que resolverá el difícil caso de la desaparición de Marion y el dinero tarda un cuarto de hora en morir asesinado sin misericordia. De nada le ha servido su media sonrisa sarcástica de hombre duro, experimentado, conocedor de una realidad demasiado dura para los demás y de la que parece querer ponernos a salvo.