Empieza a ser un automatismo. Ante quejas más o menos generalizadas de determinados sectores sociales, se blanden datos históricos que vienen a decir que sí, que los jóvenes pueden estar mal, el empleo ser precario, la brecha salarial muy grande, la desigualdad y la precariedad excesivas, la inversión en salud y educación pública insuficiente e ineficiente, pero, ¿y lo mal que estábamos hace cien años? ¿Y hace mil? De aquí se deduce una impugnación subliminal nada inocente del malestar, que pasa así a ser un mero capricho de niños consentidos. Incluso la justificación de una potencial vuelta de la mili ha tenido en este discurso un aliado de última hora.