Cuesta seguirle el curso a la cantidad y la calidad de las innovaciones tecnológicas que cada día nos presentan o nos anuncian para un futuro inmediato o cercano. No solo una serie de productos nuevos, sino también efímeros, pues su mera existencia promete el refinamiento próximo del mismo. De ahí que desde el software de los teléfonos inteligentes hasta las estrategias nacionales de un país sobre algún tema concreto, ya vengan con la caducidad incorporada: cuando la definimos como 1.0, estamos ya decretando su desfase.