La caída de Afganistán en manos de los talibanes ha tenido algo de solución de contraste que ha mostrado con más claridad la forma en que tendemos a ver y analizar casi todo, al menos desde esta parte del mundo. Si expertos en diversos campos, pertrechados tras una ingente cantidad de refinadas herramientas y métodos contrastados, nos decían que el Gobierno afgano resistiría hasta finales de agosto, o que incluso era capaz de plantar cara a los talibanes a medio y largo plazo, ¿cómo no creerlo? Tras esas conclusiones debía de haber todo tipo de cálculos tras cotejar infinidad de datos, los mejores análisis, un conocimiento nacido de la mejor información sobre el terreno filtrada por las mejores técnicas de análisis y ponderación, por lo que era normal que desde el más inocente de los observadores, hasta aquellos implicados con algún tipo de responsabilidad, repitieran lo que se decía desde Estados Unidos a comienzos de verano y diseñaran sus respuestas en base a ello.