Hemos conmemorado hace pocas semanas el décimo aniversario del 15M. Un momento de nuestra historia reciente que no hace falta compartir desde un punto de vista ni sentimental ni ideológico para comprender que marcó la forma en que toda una generación –o más de una– se politizó, y que aún influye en sus formas de entender el mundo y explicar su voto –o su no voto–. Más allá de que las recetas que el 15M puedan gustarnos o no, es claro que la concreción geográfica y temporal de ese malestar impulsó reflexiones y debates en torno a las ideas, digamos, clásicas que habían fallado a la hora de ofrecer horizontes de prosperidad razonables.