Hace unas semanas, varios conocidos fuimos a tomar algo con un buen amigo común que había tenido un contratiempo profesional inesperado. Cuando el camarero nos preguntó qué deseábamos beber, la elección varió entre cerveza, vino tinto, vino blanco y vermú, como preludio a alguna copa. En cambio, el afectado, más bien tímido, pidió una «sin alcohol», a lo que siguió un murmullo de simpática extrañeza que él ahogó con sorna diciendo que el que es soso, es soso hasta el final. Es más, que un buen soso demostraba que lo era en momentos difíciles, que beber una sin cuando todo va bien era muy fácil.