Mirar las noticias es exponerse a la angustia. En cualquier lado del mundo proliferan problemas o se enquistan los que había. El tiempo histórico se acelera sin que los acontecimientos cambien realmente. Ahí siguen Israel y Palestina, Irán e Irak, las guerras en los países africanos, la violencia en América Latina, el auge de los hombres fuertes en Turquía, China o Rusia, y el declive del Estado de derecho en países de la Unión Europea. Por no hablar de la parálisis generalizada que Trump ha causado en el orden mundial global con la denuncia de acuerdos y sus tuits de quinceañero con problemas. Asomarse a este Gran Desorden y no salir corriendo a comprar oro y esconderlo debajo del colchón parece irresponsable.