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  • Somos guiados hacia las cosas más bellas y sacados de las tinieblas a la luz por un esfuerzo ajeno. Ningún siglo nos está vedado, en todos se nos admite y, si nos place superar las estrecheces de la debilidad humana con grandeza de ánimo, hay mucho tiempo a través del cual podemos pasear. Se puede discutir con Sócrates, dudar con Carneades, reposar con Epicuro, vencer a la naturaleza humana con los estoicos y superarla con los cínicos. Ya que la naturaleza nos permite tomar parte en cualquier época, ¿por qué nos dedicamos, abandonando este lapso temporal escaso y caduco, a las cosas inmensas y eternas, que son comunes con lo mejor?
  • Refúgiate en cosas más tranquilas, más seguras y de mayor grandeza. ¿Piensas que es lo mismo ocuparte de que el trigo se trasvase a los hórreos íntegros, sin fraude y sin el descuido de los transportistas, para que no lo eche a perder la humedad ni fermente y para que concuerde con la medida y el peso, que indagar estas cosas sagradas y sublimes: cuál es la materia divina, cuál su voluntad y forma, qué suerte aguarda a tu alma, dónde nos destina la naturaleza una vez separados de nuestros cuerpos, qué mantiene las cosas más pesadas en el centro del mundo, suspende en lo alto lo más ligero, transporta el fuego a las alturas, impulsa los astros en sus circuitos, y tantas otras cosas repletas de ingentes maravillas? ¿Quieres, una vez dejada la tierra, dirigir tu atención a esas cosas? Es ahora, cuando la sangre aún está caliente, el momento en que los destacados deben dedicarse a lo mejor. En ese género de vida te aguardan muchas actividades excelentes, el amor y práctica de las virtudes, el olvido de las pasiones, la ciencia de vivir y morir, la profunda quietud de las cosas.
  • Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino que sea sólido, estable, y más bello en su parte más secreta. Eso tenemos que descubrir. No está lejos, ya lo encontraremos, sólo has de saber hacia dónde tiendes la mano. Ahora bien, lo que nos sucede es que, como si anduviéramos a oscuras, pasamos al lado de las cosas y tropezamos con esas mismas que deseamos.
  • la libertad no la da otra cosa que la despreocupación por la suerte.
  • de dónde salieron los astros; cuál fue la situación del universo antes de que los elementos se separasen para formar sus partes; qué razón dividió las cosas sumidas y confusas; quién asignó su lugar a las cosas si las más pesadas descendieron por su naturaleza y las más ligeras se elevaron, o si parte de la presión y el peso de los cuerpos alguna otra fuerza más alta impuso su ley a los elementos; si es verdad eso que constituye la máxima prueba de que los hombres son de espíritu divino: que una parte, como si fueran chispas desprendidas de los astros, cayó a tierra y se fijó en lugar extraño para ella.

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Notas de libros