febrero 11, 2021 — Antonio García Maldonado
Notas sobre ‘Contra la distopía’, de Francisco Martorell
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- [LAS DISTOPÍAS] Cada día aparecen más. Cual jeremiadas mundanas, participan del clamor sistémico de que lo peor está por venir, que lo tenemos merecido y que no hay remedio. El vaticinio es: el mañana será espeluznante.
- A fin de impedirlo, siempre en la medida de lo posible, deberíamos trabajar las cuestiones fundamentales: ¿cuándo surgió la situación? ¿Qué factores históricos, económicos e ideológicos concurren? ¿De qué forma beneficia a los intereses dominantes? Más importante: ¿qué entendemos hoy por utopía? ¿Por qué la necesitamos? ¿Las utopías clásicas tienen algo que aportar? Y en el otro extremo: ¿qué entendemos por distopía? ¿Por qué resulta dañina? ¿Hay distopías reivindicables?
- las distopías potencian más la estabilidad que el cambio, que no aportan apenas nada a la consecución de los objetivos de la izquierda […] Antes bien, contribuyen a obstaculizarlos, distorsionarlos o desprestigiarlos.
- la instauración de la impotencia como emoción sobresaliente.
- el meritorio diagnóstico de la modernidad discurrido por la distopía tiene mucha letra pequeña, y que, contadas salvedades aparte, conduce a posiciones despolitizadas o políticamente sospechosas y descafeinadas.
- Entretanto, la utopía aparece como un artículo prehistórico y soporífero, procedente de eras remotas. Sin que nadie lo lamente, se disipa.
- la distopización de la cultura contemporánea.
- Desagradable y necesario, el miedo es el «constituyente básico de la subjetividad actual».
- La victoria de la distopía sobre la utopía no supone novedad alguna. Lleva cien años produciéndose. Sin embargo, erraríamos si creyéramos que el esplendor distópico presente no tiene elementos diferenciales. Por el momento, cabe subrayar tres. El primero […] es que, por muchas oleadas distópicas que hayan acaecido en el pasado, ninguna cautivó a los círculos mainstream con tanta fuerza. La cantidad de títulos publicados, alabanzas recibidas y audiencias obtenidas desde el año 2008 no tiene precedentes. El segundo elemento […] es que la distopía ya no se circunscribe a un género literario concreto. […] Hasta hace poco, la distopía actuaba en el seno del paradigma crítico movilizado por los intelectuales y escritores taciturnos especializados en el arte de delatar las patologías de la civilización occidental. Hoy sus códigos hermenéuticos vehiculan la manera cotidiana de ver, sentir y vivir la realidad. Cualquier mindundi cree habitar una distopía.
- El desfallecimiento de la imaginación utópica explica la propagación de la impotencia en la sociedad actual.
- Revestido por los ilustrados con el poder de emancipar a los seres humanos, hoy perpetúa el orden establecido.
- Los posmodernos […] hemos extraviado las ilusiones de los antepasados, no así el catálogo de miedos que los atenazaron, listado al que hemos agregado infinidad de horrores adicionales.
- La ambivalencia del optimismo y el pesimismo desacredita ideas preconcebidas muy enraizadas, por ejemplo la de que la distopía es pesimista y la utopía optimista.
- la impotencia política y el cierre ideológico promovidos por Distopiland y Happycracia.
- llamamos distopías al género político de la ciencia ficción que describe con detalle e intención crítica la estructura de sociedades imaginarias del porvenir peores que, y nacidas de, aquella en la que viven los lectores o espectadores.
- Estas condiciones distancian a la distopía de las otras dos escuelas finalistas de la ciencia ficción con las que se la suele confundir: la apocalíptica (o catastrofista) y la posapocalíptica.
- utopía y distopía son conceptos mudables y relativos, determinados por el precio histórico y la óptica de los lectores.
- La tarea distintiva de la distopía es la refutación de la fe en el progreso.
- El género distópico desmonta el relato triunfalista de la modernidad y pregona que las atrocidades totalitarias y la cosificación no manan de la irracionalidad, sino de la intendencia estricta de la razón. De esta hipótesis infiere que lo desestimado por el racionalismo (la pasión, el sentimiento, la espontaneidad) es justo lo que nos humaniza, y que es menester rescatarlo y priorizarlo.
- Lo que WALL.E y las demás narrativas «antisistema» destinadas al gran público […] manifiestan es «que la ideología del capitalismo es hoy anticapitalista». Es decir, ratifican la pasmosa destreza del capital a la hora de apropiarse y sacar rédito de los discursos opositores, de «metabolizar la retórica anticorporativa y vendérsela nuevamente a la audiencia como entretenimiento».
- La distopía del yo contra el mundo apuntalan un discurso pedagógico bastante resultón para informar al público de lo lesivos que son los totalitarismos y las tecnocracias para la libertad, la pluralidad y la intimidad. Lo malo es que depende de una lectura de los dualismos yo-Estado, libertad-igualdad y diferencia-identidad tremendamente simple y maniquea. Las obras de ciencia ficción adheridas a la mística romántico indiviualista poseen matices distintivos, interesantes para los críticos literarios y culturales. Mas la enseñanza que nos interesa, laque dejan en el lector o espectador corriente, no varía: que no se puede tener tecnología sin dominación, igualdad sin totalitarismo, bien común sin sufrimiento individual, progreso sin represión, colectividad sin estandarización, lo cual es falso y capcioso.
- El canon individualista de la distopía lleva a la encerrona de repudiar el Estado, la igualdad y la identidad si queremos apoyar al individuo, la libertad y la diferencia. Deja fuera de lo representable la reconciliación, compleja pero no inconcebible, de los extremos, contingencia en la que radicaría la realización de los valores que defiende.
- que la ética protestante y sus derivaciones secularizadas contribuyeron al progreso durante la modernidad, pero que hoy lo paralizan.
- Anunciado como combativo e incendiario, el género distópico cuenta con numerosísimas obras que utopizan el orden neoliberal.